miércoles, 5 de octubre de 2016

El país de octubre (1955) de Ray Bradbury




En los cuentos de The October Country (El país de octubre), cuesta reconocer al Ray Bradbury de Fahrenheit 451 o de Crónicas marcianas. Y, en todo caso, podría decirse que en estos relatos es posible encontrar el origen del autor, la fuente de sus principales ideas obsesivas, el truco al descubierto de sus procedimientos iterativos, los escenarios y situaciones a los que tiende cuando no lo constriñen las hormas genéricas y la obligación folletinesca con el lector (aunque sigan siendo cuentos de magazine). Me da la impresión de que en estos relatos se encuentra el Bradbury más auténticamente “artístico” y personal.

Entiendo que los mejores, aunque no los más conocidos, son “El siguiente en la fila”, “La jarra”, “El lago” y “La caja de sorpresas”. El primero es quizás el cuento más angustiante que he leído. Se sitúa en un México aborrecible y pesadillesco. Alguien podría argüir una lectura psicológica del relato, donde el espacio opresivo representa el tormento de la pareja protagonista. Yo prefiero una lectura ligottiana, donde es el “lugar malo” el que cataliza la bajeza de los personajes. El segundo relato me impresiona por lo abominable y casi sagrado de una idea que promete, pero que no llega a cumplir, la inminencia de una iluminación que no ocurre: en un pueblo, la gente se obsesiona con una criatura ambigua y no especificada que flota dentro de una suerte de pecera. El cuento juega con la ambivalencia entre que la criatura sea sólo una mera condensación de basura sin vida o bien alguna entidad indecible que inspira una extraña veneración en los lugareños más impresionables. El tercer relato es sólo una paradoja profundamente triste y macabra: mencionarla es traicionar la fuerza chocante y melancólica de su anécdota.
El cuarto, "La caja de sorpresas", supera la originalidad del argumento con la elaboración meticulosa de una atmósfera inolvidablemente extraña. Utiliza el argumento del aislamiento infantil para construir una atmósfera incestuosamente mágica y perturbadora: una madre cría sola a su hijo en una gigantesca casa en medio del bosque. Muchas habitaciones están vedadas. Ella le hace creer que la casa es el mundo y que la peligrosidad del exterior comporta una muerte segura. Le dice que su ausente padre es Dios. En cada cumpleaños del muchacho, la madre abre una nueva habitación para él o le revela algún nuevo misterio de la casa. Especialmente en este cuento campea esa estética de american gothic infantil – estética de Halloween, podríamos decir -  que tanto caracterizó al ilustrador Charles Addams (creador de Los locos Addams y colaborador con Bradbury en el proyecto que luego fue De las cenizas volverás, parcialmente esbozado en dos historias de El país de octubre). Mucho del mundo del Tim Burton más auténtico comparte un origen común con este “país de octubre”. A su vez, ecos de esta misma estética pueden encontrarse también en películas como Tideland de Terry Gillian, en los cómics de Neil Gaiman o en la ya clásica novela de fantasía gótica, Litle, Big, de John Crowley.

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